El trastorno de ansiedad social es un miedo intenso a ser juzgado por otros y a sentir vergüenza. Este miedo puede ser tan fuerte que hace difícil socializar de manera adecuada, o llevar acabo actividades cotidianas. Por ejemplo tener miedo a firmar delante de otros, tomar una bebida, todo esto se basa en la creencia que está siendo juzgado de manera negativa por los que lo rodean, el miedo es tan intenso que por supuesto no lo pueden controlar y esto deteriora significativamente la vida de la persona.
Por lo general la fobia comienza en la juventud y los síntomas tienen que tener al menos 6 meses para ser considerada como trastorno, algunos síntomas o conductas recurrentes de este son:
El origen de la Fobia Social puede ser gradual o puede sobrevenir tras una o varias experiencias sociales traumáticas puntuales las cuales van reforzando negativamente el miedo o sensación de peligro cuando la persona se siente expuesta a una situación social, esto genera una hiperactivación de la amígdala cerebral, una estructura subcortical situada en la parte interna del lóbulo temporal medial y principal núcleo de control de las emociones en el cerebro, controlando asimismo las respuestas de satisfacción o miedo; podemos decir que es clave para la supervivencia, debido a que su principal función es integrar las emociones con los patrones de respuesta correspondientes a estas, provocando una respuesta a nivel fisiológico o la preparación de una respuesta conductual como enfrentar, huir, congelación. En el caso de la fobia social la amígdala cerebral esta «condicionada» a percibir las situaciones sociales como experiencias peligrosas debido a la asociación que hace con las experiencias traumáticas pasadas y por ende responde o reacciona, tras percibir un estímulo potencialmente amenazador para la integridad física, con evitación, huida, congelación o respuestas autónomas tales como el aumento de la frecuencia cardíaca, problemas digestivos, aumento en frecuencia respiratoria, la salivación, la sudoración, dilatación de las pupilas, entre otras. Quizás por esta razón, las terapias verbales tienen escaso éxito con este tipo de trastornos dado a que apuntan al Neocortex o razón del individuo y si tomamos en cuenta lo expuesto anteriormente las respuestas automáticas se generan en un área del cerebro donde no existe intercambio verbal, por lo que la razón poco puede gestionar en las respuestas.
Por este motivo la Terapia EMDR puede ser de gran ayuda para las personas que sufren de este trastorno ya que su funcionamiento es a la inversa, es decir, se comienza a trabajar directamente con las estructuras involucradas en la respuesta, por lo que la reestructuración emocional y cognitiva la realiza el paciente luego de haber re-procesado la o las situaciones traumáticas que generaron el trastorno.
Se prepara a la persona con aquellos recursos necesarios para el proceso, se sugiere el uso de técnicas de autoregulación así como el reconocimiento de sensaciones físicas que presenta al momento de la exposición. Luego se trabaja con la persona en su pasado y la experiencia o experiencias que generaron la fobia, para luego trabajar en el presente con situaciones recientes que haya vivido como también con los disparadores internos y externos que generan malestar.
Por último se trabaja en el futuro reforzando y potenciando reacciones adaptativas que se quieren obtener eliminando ansiedad residual en caso que se presente y así ejecutando de manera óptima la respuesta o conducta deseada.